martes, 4 de marzo de 2014

¿Sabías que junto al Palacio de St. James se disputaban duelos a muerte?

   Aunque la densidad de población en el centro de Londres no es muy alta, esta ciudad está a la cabeza en densidad de historias y anécdotas por metro cuadrado, sin duda. Ahora conoceremos un claro ejemplo de esto que os cuento.

   En St. James's Street, justo frente al Palacio de St. James, que fue residencia real hasta 1837, encontramos dos tiendas antiquísimas. Berry Bros & Rudd, el comerciante de vinos y licores más antiguo de Londres, donde puedes asistir a clases de cata, y The O'Shea Gallery, tienda de ilustraciones, grabados y acuarelas antiguas. Pues entre ambas, sin querer llamar la atención, con la modestia que dan los siglos, un pequeño arco de madera nos conduce a un estrecho callejón. Caminando, con la sensación de que no estamos del todo solos, tocando la sombra en la madera de sus paredes, viajaremos en el tiempo y desembocaremos a lo que parece un pequeño patio privado, pero que en realidad es la plaza pública más pequeña de Londres, Pickering Place.



   Como podemos leer justo antes de entrar en el callejón, en una placa dorada a la derecha del arco, en lo que, si no fuera porque en esta ciudad se suele respetar lo que es digno de respeto, hoy en día sería el telefonillo de un portero automático: "TEXAS LEGATION: In this building was the legation for the ministers from the Republic of Texas to the Court of St. James. 1842-1845", este fue el hogar de la Embajada de la República de Texas antes de que se uniera a los EEUU en 1845.


   Pero lo que hoy nos ocupa es que esta pequeña plaza fue escenario de muchos duelos a muerte, cuando el orgullo y la dignidad aun significaban algo en el mundo. Dos hombres espalda con espalda, pistolas en mano, intentando recordar por qué están ahí, cuentan los pasos, uno, dos, tres, cuatro..., se giran y un estallido enocado hace huir a los tres cuervos que curioseaban desde el tejado.

   Cuentan que era muy difícil encontrar testigos que acompañaran a los contendientes a batirse a esta plaza. Su reducido tamaño y el miedo, que todo lo encoge, incluso la puntería, hacían que en muchas ocasiones las balas perdidas tras los imprecisos disparos, tan asustadas como todos los presentes, rebotaran en las paredes buscando la salida del callejón, para sin embargo acabar encontrando asilo en el pecho del testigo que más tardo en echarse al suelo.

   Cuentan que Beau Brumell, buen amigo del Rey Jorge IV y personaje al que por su singularidad pronto le dedicaremos un post, se batió aquí. Y también se dice que este fue el escenario del último duelo de Inglaterra. Pero los cuervos no pierden la esperanza y siguen yendo al tejado a curiosear, a la espera de que el orgullo y la dignidad vuelvan a significar algo en el mundo.